En el lugar indicado…
Este texto tiene que ver con la xenofobia. Así que voy a ir al grano: no es
posible sentirse completamente a gusto en un lugar en el que muchas personas te
rechazan, te discriminan y hacen sentir una plaga.
Hace poco iba caminando por un parque y vi a un hombre y una mujer, de unos
40 años, que estaban siendo encuestados por una mujer de unos 50 años. Debo
reconocer que me entretiene escuchar lo que las personas hablan mientras voy caminando,
así que me dediqué a poner atención a la conversación: "¿Cómo crees que ha cambiado la
política migratoria en los últimos años?".
La respuesta fue muy corta y yo caminaba más lento porque me interesaba
saber (así que pude escucharla con claridad): "Creo que ha mejorado porque
los venezolanos se están yendo". Las tres personas ahí reunidas soltaron una carcajada
llena de malicia.
Yo sentí cómo en mi corazón pasaba algo, eso que pasa cuando uno se siente
triste, profundamente triste. Pero oculté ese dolor y mi cara se llenó de rabia y les dije: “¿no les da vergüenza? Debería darles vergüenza decir algo
así”. No esperé a que me dijeran nada y me fui.
Desde entonces pienso en todas esas personas que debieron dejar su país
para no morir de hambre, de enfermedad, de miedo o frustración. Pienso en las
veces que han tenido que escuchar algo así, pienso en las veces que han sido
despreciados, maltratados, que han recibido burlas, que han sido tratados como
seres inferiores o de menos valor…
Ya se ha dicho mucho sobre la xenofobia, sobre esos prejuicios de las
sociedades que muchas veces no nos permiten reconocer en los otros los mismos deseos.
Finalmente, todos somos humanos y queremos sentirnos protegidos, queremos tener
una casita donde pasar nuestros días, queremos comer bien,
queremos tener atención médica de calidad, educación, pero sobre todo queremos
ser respetados.
Y sí, ya sé, no todos los migrantes llegan a hacer el bien,
pero esto también es propio de nuestra naturaleza humana, no tiene que ver con
nuestra nacionalidad, color de piel, sexo ni nada de eso.
Cada cierto tiempo me pregunto si estoy en el lugar indicado. Aún no lo sé,
solo espero no volver a sentir mi corazón paralizado por el desprecio de los
otros. Ojalá todos tratáramos de hacerle la vida más fácil a los que nos rodean, que
seamos más amables y menos prejuiciosos. Ojalá pudiéramos construir sociedades
en las que, independientemente del lugar en el que nacemos, podamos sentirnos
en casa donde estemos.
Fotografía de Pixabay
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