Colombia no es Venezuela, Petro no es Chávez y qué tiene que ver eso con el genocidio en Palestina

12 de febrero de 2022 |  Sonalys Borregales


El 19 de junio de 2022, iba caminando con el paso apurado, atenta a cualquier televisor que estuviera encendido en algún local y con todos los miedos y dudas acompañándome. A mitad de camino me detuve y vi las noticias: Petro parece que perdería las elecciones frente a Rodolfo Hernández.

Al ver el reporte cambié mi destino: ya no iría a ese lugar de la ciudad donde suponía que la gente estaría celebrando la victoria de Petro.

“Me voy a la casa, no hay nada que celebrar”, me repetí varias veces. Yo no tenía mucha fe en los colombianos, para ser completamente honesta. Di rienda suelta a mis prejuicios y a mi mal humor; despotriqué contra esos que se creen superiores porque tienen plata, contra los que no tienen nada y se dejan engañar con argumentos tontos, como “se van a volver Venezuela”, y hasta me atreví a concluir que estarían condenados a la guerra eternamente.

Al llegar a casa, daban un nuevo reporte: Petro había ganado la segunda vuelta de las elecciones. La esperanza volvió de un solo golpe y los colombianos me dieron razones para volver a creer en un futuro más justo. No me sentía así desde hace mucho tiempo. Si pueden, imagínenme gritando de alegría y llorando de emoción por lo que vendría.

Así que, según mis deseos y lo que prometió Petro, a Colombia iba a llegar paz, justicia, salud, trabajo, vivienda, educación, seguridad, libertad, protección ambiental, relaciones internacionales más decentes... 

“Colombia no es Venezuela”, dije muchas veces, y los colombianos no son exactamente lo mismo que los venezolanos. Hoy agrego que Petro no es Chávez, pero tampoco logra ser lo que dijo que sería.

Ahora, me quedo pasmada viendo cómo se ha desdibujado su proyecto porque no es fácil gobernar un país así, porque no tiene más poder que las mafias, porque la guerra está mucho más encarnada de lo que creía, porque la salud no es una prioridad para los parlamentarios, porque necesita tiempo para hacer cálculos políticos, porque tiene problemas internos, porque hay mucha burocracia y otro sin fin de motivos. Pero, ¿quién dijo que iba a ser fácil gobernar?, ¿acaso no era todo eso previsible?, ¿será que prometió cosas que no pensaba cumplir?, ¿o se engañó a sí mismo?

Luego de más de un año de su elección, la sensación que tengo no se parece nada a la esperanza. Muy tristemente tengo que admitir que no es lo que imaginaba. Y, ya sé, realmente no importa lo que yo haya imaginado o esperado de él, los que sí importan son las personas que siguen siendo asesinadas de manera directa o indirecta por sus decisiones políticas.

Señor presidente Gustavo Petro, aún los más vulnerables padecen los efectos de la guerra en Colombia, pero también siguen padeciendo los palestinos víctimas del genocidio de Israel que usted condenó enérgicamente.

En mi Colombia soñada, estaría usted no solamente condenando esta atrocidad contra el pueblo palestino, sino tomando decisiones concretas. ¿Por qué es tan difícil pasar del discurso a la acción? ¿Todo ese tiempo y esfuerzo que dedicó para llegar a la Presidencia era para tener un gobierno insulso? ¿Esperaba gobernar sin tener que elegir entre los “nadie” y los que se creen “todopoderosos”?

Puede seguir sacando cálculos políticos, puede tratar de complacer a Dios y al diablo; puede seguir hablando del valor de la vida sin hacer la paz con humildad; puede también nombrar corruptos y toda clase de oportunistas en cargos importantes para complacer a tal o cual, puede quedarse esperando de las élites un poco de humanidad; puede, si quiere, apoyar a Palestina con discursos y no incomodar a los sionistas que siguen asesinando niños a bombazos. Puede hacerlo, pero no espere que se le recuerde como otra cosa que un político dedicado a hablar sin cumplir.

Al ver el cuerpito de una niña palestina mutilado por los ataques de Israel en Gaza, colgando de una pared, pensé en usted. Usted tiene la posibilidad de hacer algo, más que yo y millones como yo. Así que solo me siento a llorar por la niña, por la madre, por los abuelos, por el padre, la hermana, por los millones asesinados por el Estado de Israel en Palestina. Pienso en marchar, quiero publicar mi dolor en redes sociales, podría discutir con cualquier que se atreva a justificar la masacre. Yo no tengo poder. Nada de lo que haga significaría un alivio para los palestinos.

Usted, en cambio, sí puede hacer algo. No soy yo la más indicada para decirle qué, pero estoy segura de que lo sabe y que otras personas seguramente también le han mostrado opciones para ayudar. Hágalo ya, un genocidio no puede esperar.

NOTA: Si Petro fuera Chávez otro gallo cantaría, pero no tiene que serlo para romper relaciones diplomáticas con un Estado genocida. Petro es Petro y eso puede ser una cualidad o un defecto; depende de él.