Recuerdos
A veces esos recuerdos llegan como aviso de la soledad que te rodea cuando eres migrante; porque no puedes ir cualquier día de la semana a saludar a tus padres; porque no estás ni cerca de las calles que reconocías hasta por sus olores, de tanto ir y venir por ellas; porque tu mascota se está haciendo vieja y ya no sabe quién eres.
Y qué mejor momento para liberar la nostalgia que hoy, en el Día del Padre. Hoy, recibí un paquete que vino directo de la habitación en la que viví por cinco años en Caracas: mi pequeña colección de libros y postales chinas. Estuvieron guardados desde que partí, esperando una oportunidad por más de tres años para poder llegar hasta aquí.
Cuando tu mundo debe caber en una maleta, tienes que elegir entre todo lo que has acumulado. El que me conozca un poco sabe que guardo cualquier cosita que me parezca bonita. Así termino coleccionando un montón de peroles que no sirven para nada más que recordar momentos o personas: el papelito que dice “¡Torta!” que me regaló Paloma junto con un pan para celebrar uno de mis cumpleaños en el trabajo; las florecitas que me han entregado por amor; el búho de cerámica que “tomé prestado” de mi mamá; el dibujo de gatico catrina que me dio Lizeth; las postales chinas que traje del viaje más extraordinario que he hecho; y hasta libros con las dedicatorias más bellas de mi historia.
Algunas de esas cosas vinieron persiguiéndome ahora hasta Bogotá, entre ellas, dos libros: El cuaderno verde del Che y El general en su laberinto. ¡Va pues, y por qué tanto alboroto por dos libros que pueden conseguirse en cualquier librería fácilmente! El primero de esos libros fue un regalo de mi padre por haber recibido mi título como periodista en 2012, con la siguiente dedicatoria: “Sona, qué fácil sería la vida si los problemas se resolvieran como en esta metáfora. Espero que tu futura carreta te ayude, y nos ayude, a resolver nuestras futuras y propias metáforas”. No hay ningún libro en el mundo, en ninguna librería, que pueda igualar ese que yo tengo, con la firma de Fernando, mi papi.
El segundo libro está un poco roto en su lomo, con las hojas casi sueltas y con olor a viejo. Ese libro era de mi abuelo Ramón, ese que en las tardes ponía bajo su arrugado brazo la enciclopedia más grande que tenía; caminaba hasta el porche de la casa y se acostaba boca abajo a leer y a preguntarle a sus nietos: “¿Cuántos continentes tiene el planeta Tierra?”, “¿Qué animales viven en África?”, “¿Cuántos planetas tiene el sistema solar?, y mi favorita, “¿Qué es la gramática?”. Nadie en el mundo tiene un libro escrito de Gabriel García Márquez que, a su vez, contenga todas esas preguntas de mi abuelo.
Esas son las nostalgias de un migrante. Hoy, yo se las dedico a mi papito y mi abuelo. Feliz día.
PD: La metáfora a la que hace referencia mi padre en su dedicatoria no la voy a compartir, porque no quiero 😋
Sonalys Borregales Blanco (16 de junio de 2024)